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Roberto Laughlin tomando pozol

RML 11 abril

Cuando pasábamos la casa de Modesto Diego, nos paramos para mirar una paila llena de mole. La mujer de Modesto nos invitó a entrar en la casa para comer un plato de mole con tortillas y café. Ella y tres otras mujeres que estaban en la casa platicaron y se rieron todo el tiempo sin reserva alguna: notando mis ojos azules, mi pelo rubio, tentando la chamarra de Armando.

Después cuando pasábamos la casa de Tomás Jiménez, su mujer, Roberta, nos ofreció unos plátanos. Ella estaba sola y aunque nos permitió entrar en el cuarto principal, no nos permitió entrar en la cocina.

~13 abril

Silvestre Cuevas nos dirigió a la casa de su tio para ver a su hijo del señor, quién estaba enfermo. Después de verlo, el señor, Ambrosio Lázaro, nos ofreció café, tortillas y un plato de arroz con mucho sazón y picante.

~14 abril

Durante la procesión de Domingo de Ramos sacamos fotos de las mujeres. Algunas muchachas le taparon un lado de la cara con su rebozo. Roberta Jiménez me dio una sonrisa grande, levantó la mano direcha con la palma hacia mí y me dio una mirada fija. Le hizo igual a Armando y nos saludó a cada oportunidad. En la iglesia una mujer prominente nos saludó con entusiasmo. Todos los niños corren y lloran cuando ven el monstruo con los ojos azules y el pelo rubio. Apenas estoy ganando su confianza.

rmando Aguirre tomando foto

~17 abril

Novenario – Silvestre Cuevas, cuya confianza ganamos en los primeros días, le pidió a Armando que raspe la fecha en la lápida mortuaria de su finada esposa.

~19 abril

Viernes Santo – Roberta Jiménez coquetea escandalosamente con nosotros. No trató de esconder su coquetería.

~ 20 abril

El Viernes Santo, en el espíritu de la fiesta me emborraché algo. Anduve en la procesión, rezando como mejor pueda uno, sin conocer ni la melodia ni las palabras. La gente cooperó, dándome tragos de aguardiente cada rato y aparentamente todos lo consideraron como una cosa chistosa.

Hubo baile en la agencia esta noche. La gente feliz de que bailamos, pero me permitióeron bailar sólo con las ancianas.

~25 abril

El velorio – Como siempre nos tratan como visitantes honorarios. Nosotros cenamos en la mesa con los rezadores y el padrino.

~ 3 mayo

El velorio – una muchacha soltera les dijo a los otros en el velorio que quisiera enamorarse de mí. Provocó mucha risa que continuó toda la noche. Otra muchacha entró en el juego (una de huipil, la otra de vestido). Me preguntaron mi edad, etc. Una viejita me preguntó ¿a cual muchacha quise, la muchacha de vestido o la de huipil? Le respondí, “¡Ambas!” Hubo más relajo. La viejita luego me dijo que tendría que dormir en medio. Otra anciana me preguntó por qué no dejaría “un cria “ en San Martín – que les gustaría.

Cuando les pregunté si mis “ojos de gato” no les asustaron, me contestaron, “¡Al contrario!”

Después, cuando la muchacha de vestido estaba dormida con boca arriba, una de las viejitas me tocó y me hizo señas para que aprovecharía de la situación. Igual cuando se fue la otra al pozo para acarrear agua.

Arcadio Servín8 mayo“Los paisanos parecen muy buena gente con Ustedes, pero son muy mañosos. Arcadio implicó que son buena gente con nosotros sólo porque les conviene estar así, no porque tienen verdadera amistad con nosotros.”

RML9 mayo

Agapito Jiménez me ofreció una tortilla muy gruesa y muy dulce cuando le visité. Antonio Antonio me ofreció una sopa fresca de camote.

~10 mayo

Durante toda la temporada en San Martín ni una vez mostró la gente reserva o aversión hacia nosotros. Los chamacos y chamacas gritaron a mí en idioma, riéndose. O algunos chamacos quién habían aprendido decir “¡Good morning!” me gritaron esta frase a todas horas. Le gustó mucho a la gente oirnos tratando de hablar unas pocas palabras de idioma, y siempre trataron de enseñarnos más. Cuandoquiera que anduvimos paseando nos preguntaron en mazateco “¿Dónde vas?” o “¿De donde vienes?” esperando que les contestemos en mazateco. Cuando pasábamos una casa las mujeres llamaron a nosotros “¡Tindá!” Cuando estábamos en el pozo bañándonos si viniera una viejita ella nos ofreciera su cubeta o su jícara. Hacia nosotros siempre mostraron una hospitalidad y gentileza nada servil. Les dio mucho gusto que nosotros tuvimos interés en sus costumbres, en su modo de vivir.

Nuestra participacón en un velorio, baile, convite fue recibida con placer, y a veces con aclamación.